Metora
Viajar se ha convertido en algo al alcance de muchísima gente, las grandes capitales se han convertido en la meca de miles de turistas diarios, que a golpe de avión se dejan imbuir por las ciudades, como un habitante más.
Pero no sólo de capitales vive el viajero. Cada vez son más personas las que se alejan de las inmensas urbes superpobladas y buscan la esencia de los países en ciudades, que ya sean por la lejanía o porque todavía no son conocidas por el gran público, gozan de un anonimato inusitado.
Si eres de esas personas que acabo de mencionar, seguro que cuando planeas un viaje a uno de los destinos tradicionales como París, Berlín, Roma o Atenas, acto seguido también estás mirando coches de alquiler, trenes, autobuses o ferrys que te trasladen a algún pueblo, pequeña ciudad, castillo, espacio natural o isla que te haga sentir un verdadero viajero.
Pues hoy vamos a hablar de un destino aún desconocido por el gran público, alejado de las grandes capitales, pero con una red de comunicaciones que te permiten llegar allí en unas pocas horas; en una pequeña ciudad como Kalambaka que emana una sorprendente esencia griega, donde mientras paseamos por las calles vemos unos monasterios en las nubes, que parecen flotar pero que se asientan sobre inmensas masas rocosas a 600 metros de altura. Un placer para los sentidos.
17 kilómetros de paseos, son necesarios para visitar los seis monasterios, que desde el siglo XIV, visten la montaña que bordea el río Peneo. Cualquiera que visite Meteora puede considerar, sin dudarlo, que está en uno de los lugares más espectaculares que se puede ver en la vida. Un lugar donde religión, naturaleza y arquitectura se funden para formar un paisaje de belleza indescriptible. Un lugar que si careciera de alguna de las tres cosas, ya no estaríamos hablando de él. Un lugar que merece la pena ser visitado.
Bienvenidos a la octava maravilla del mundo. Bienvenidos a Meteora.
Pablo L.R.
