Lo que se esconde detrás del famoso cuadro de Edvard Munch
Que el cuadro El Grito de Edvard Munch es una de las obras más conocidas y reproducidas de la historia, es una verdad por todos conocida.
Aunque nada le hacía presagiar a este atormentado y depresivo pintor expresionista que un cotidiano paseo por un sendero, acabaría convirtiéndose en el mayor ejemplo de la desesperación y la agonía del ser humano transmitida al óleo.
Para entender esta obra hay que escuchar la descripción del propio artista:
Iba por la calle con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó rojo sangre y percibí un estremecimiento de tristeza. Un dolor desgarrador en el pecho. Me detuve; me apoyé en la barandilla, preso de una fatiga mortal. Lenguas de fuego como sangre cubrían el fiordo negro y azulado y la ciudad. Mis amigos siguieron andando y yo me quedé allí, temblando de miedo. Y oí que un grito interminable atravesaba la naturaleza.
Nació en 1863 en Noruega, hijo del médico Christian Munch y su esposa Laura Cathrine, en su infancia su madre y su hermana mayor murieron de tuberculosis, entonces quedó al cuidado de su padre, un hombre con profundas creencias religiosas. En 1889 su padre muere y en 1890 a su hermana favorita le diagnosticaron con trastorno bipolar siendo encerrada en un psiquiátrico. De los cinco hijos del matrimonio solo su hermano Anders se casó, muriendo a los pocos meses.
Munch impregna en todas sus obras la obsesión religiosa, la enfermedad y la muerte que dominaron su infancia. Con su estilo nos hace partícipes de sus constantes crisis nerviosas que van minando su salud a la vez que aumenta su fama, no obstante, eso no le impidió viajar a París recibiendo influencias de los impresionistas y postimpresionistas, residir en Berlín, participar en la Feria Mundial de Amberes, exponer en Berlín, París, Praga, Hamburgo, Estocolmo, Copenhague…. además de una posterior llegada de su obra a los Estados Unidos.
La neurastenia y el alcoholismo diagnosticado en 1905 minaron su ánimo y agravaron su estado, sumado a su afección ocular de los años 30, le apartaron de los pinceles durante algunos años, hasta que se acabaría retirando a una casa de campo a las afueras de Oslo, donde murió en soledad.
Hablar de la obra El Grito es hablar de su creador, un pintor atormentado por sus desgracias familiares que acabaría arrastrando toda la vida, una vida nada fácil pero…
¿Acaso alguien con una vida fácil sería capaz de plasmar tan bien los tormentos del alma?
Pablo G.L